DAVID
(Belén, 1074-Jerulasen, 1004 a. de J.C.). Rey de los hebreos. Perteneciente a la tribu de Judá, fue ungido rey de forma secreta por el profeta Samuel, cuando todavía reinaba Saúl. Consiguió ganarse los favores de éste, que le nombró jefe de su ejército por sus dotes como guerrero, pero poco después el viejo rey, lleno de recelos, comenzó a perseguirlo, obligándolo a huir.
No volvió a la corte hasta la muerte de Saúl. Una vez entronizado, supo vencer las dificultades que le crearon los cortesanos infieles y reorganizó el reino centralizando la administración. Conquistó Jerusalén, ciudad que convirtió en la capital de su reino, y colocó en ella el Arca de la Alianza.
Derrotó a los filisteos, moabitas, ammonitas, arameos y edomitas, y consiguió dar cohesión y unidad a todas las tierras bajo su mando. También tuvo que luchar contra su hijo Absalón, que había levantado contra él a un buen número de súbditos, obligándolo a huir más allá del Jordán.
La iconografía de David le presenta casi siempre en su lucha con el gigante Goliat o dispuesto a tocar el arpa, lo que refleja su doble aspecto de guerrero y poeta. Es autor de gran parte de los Salmos y, además, reorganizó la liturgia eligiendo a tres familias para que «cantasen profecías con la cítara, los salterios y los címbalos». Nombró sucesor suyo a su hijo Salomón
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