Woody Allen esconde su timidez detrás de sus películas. Su personalidad encaja a la perfección con el aspecto satírico y antiheroico de los personajes que interpreta, siempre judíos, neuróticos e hipocondríacos. Por eso es muy difícil separar la imagen que proyecta en sus trabajos de su vida personal, de la que se conoce muy poco, pero de la que se vislumbran curiosos detalles a través de sus guiones, inspirados en situaciones vividas por él mismo. En su cine, personalísimo, combina el humor de los hermanos Marx con el aire cotidiano de Federico Fellini y la profundidad de Ingmar Bergman para dibujar con sarcasmo un retrato de la clase media estadounidense. Sus temas, centrados en el sexo, la religión judía y las relaciones humanas, le han llevado a crear un estilo propio donde incluso en los dramas y tragedias existe un rastro de ingenua felicidad.
LA SEDUCCIÓN DE LA MADRASTRA
Allen Stewart Konigsberg, nombre real de Woody Allen, llegó al mundo el 1 de diciembre de 1935 en el neoyorquino barrio de Brooklyn. Su familia era de origen modesto. El padre, Martin, trabajaba como taxista y camarero, mientras que su madre, Nettie Cherry, era contable en una tienda. Ambos eran judíos ortodoxos y se empeñaron en educar a Woody y a su hermana menor, Letty Aronson, en sus creencias. Se mudaron varias veces de casa a diferentes barrios de Nueva York, aunque Woody pasó la mayor parte de su infancia en Brooklyn. La casa solía estar llena de parientes, tíos y primos, que compartían techo con la familia durante largas temporadas.
A los tres años Nettie llevó a Woody al cine a ver la película de Walt Disney Blancanieves y los siete enanitos (1937). Lejos de asustarse, el pequeño se levantó en la butaca para intentar tocar a los personajes. La oscuridad de la sala y las sombras de la gran pantalla sedujeron a Woody e hicieron nacer en él una afición por el cine que le acompañaría siempre. Este primer encuentro con el séptimo arte fue también el comienzo de su peculiar relación con las mujeres. “De pequeño siempre me enamoraba de la mujer equivocada: cuando la gente va a ver Blancanieves se enamora siempre de la protagonista, pero yo inmediatamente caí seducido por la madrastra”, llegó a asegurar Woody en su biografía, escrita en 1991 por el periodista Eric Lax.
Como sus padres trabajaban, Woody y su hermana estuvieron a cargo de varias niñeras, una experiencia que marcó profundamente al futuro cineasta. Su aversión por los túneles, los ascensores y los lugares oscuros procede de esta época, debido a los castigos de sus institutrices.
En su primer año de escuela –acudía a un colegio hebreo ortodoxo– obtuvo muy buenos resultados gracias a su alto coeficiente intelectual, a pesar de que se aburría durante las clases. Sin embargo, a los nueve años sus padres le matricularon en una escuela pública en Brooklyn, a la que más tarde él se refirió como “un centro para maestros con trastornos emocionales”. Su actitud cambió. Comenzó a odiar el colegio, dejó de hacer los deberes y se convirtió en un martirio para los profesores, a los que siempre interrumpía para hacer reír a sus compañeros. Le costó terminar la escuela secundaria, sobre todo porque sus aficiones le atraían más que los libros de texto.
A pesar de la imagen poco atlética que le ha acompañado durante su edad adulta, cuando era un niño, Woody destacaba en todo tipo de deportes. Formó parte de equipos de fútbol, baloncesto y béisbol tanto en el colegio como en su barrio. También le gustaba el boxeo e incluso estuvo entrenando durante algunos meses hasta que, tras encajar mal un par de golpes, les rogó a sus padres que no le llevaran más.
Después de aquella experiencia se convirtió en el chico tímido y acomplejado de su clase. Oculto tras sus gafas se relacionaba poco con las chicas, a pesar de que, en las distancias cortas, era muy ingenioso y caía bien a todos sus compañeros, que le llamaban Red debido al brillante color rojo de su cabello.
Su pasión por el cine se combinaba con su afición por el deporte, aunque este último pronto sería relegado a una posición secundaria para dejar lugar a la música y a los juegos de magia, dos intereses que influyeron años más tarde en sus películas. Fue precisamente la magia la causante de que participara por primera vez en un programa de televisión. Con 15 años Woody fue seleccionado para realizar un truco en The Magic Clown, un espacio para niños. El número, llamado Passe-Passe Bottles, arrancó grandes aplausos al público del programa. Sin embargo, cuando Woody se reunió en su casa con la familia y sus amigos para ver el resultado, su actuación no se emitió. La magia de la televisión había hecho desaparecer al joven, ya que el director de la cadena había decidido que aquel número en el que Woody hacía desparecer el licor de una botella no resultaba apropiado para un programa dirigido a los niños.
Ese mismo año, defraudado por su mala suerte en el mundo de la magia, se volcó en la música. Comenzó a tocar el violín, aunque pronto se decantó por el saxo soprano y más tarde por el clarinete. Los clásicos no eran lo suyo, así que se interesó por la música jazz.
PERIÓDICOS, JAZZ Y PSICOANÁLISIS
En la primavera de 1952 comenzó a enviar a algunos periódicos de Nueva York una serie de chistes y juegos de palabras para que fueran publicados. Como era un adolescente retraído y muy tímido optó por firmar sus contribuciones con el seudónimo de Woody Allen para que sus compañeros de clase no se burlaran de él.
Como sus chistes resultaban muy ingeniosos, además de gratuitos, algunos columnistas de periódicos como The Mirror y The New York Post empezaron a publicarlos dentro de sus artículos. Sin embargo, desde el 25 de noviembre de 1952 comenzaron a aparecer firmados con su nombre en The New York Post, justo debajo de la columna de Earl Wilson, uno de los articulistas de opinión más leídos del diario. Era la primera vez que Woody Allen aparecía en los medios. Debido al seudónimo, el comienzo de su exitosa carrera como escritor cómico pasó desapercibido para la mayoría de sus compañeros y profesores.
Un año después Woody se matriculó en la Universidad de Nueva York para estudiar Cinematografía. Por primera vez en su vida de estudiante asistió a todas las clases con entusiasmo, sobre todo a las proyecciones de películas clásicas. La asignatura que mejor se adaptaba a su creatividad era Producción Cinematográfica, en la que cada alumno debía presentar un guión que pudiera ser llevado a la gran pantalla. Woody se volcó en el proyecto y escribió una comedia llena de chistes delirantes y satíricos. Al final del semestre, un profesor sin sentido del humor no entendió la ironía de su guión y le suspendió. Cuando fue a reclamar la nota, el profesor le recomendó que dejara la universidad y buscara ayuda psiquiátrica. Woody no asumió la incomprensión de su trabajo y, lejos de intentar demostrar su talento, optó por abandonar la carrera. Decidió refugiarse de nuevo en la música. Durante un ensayo con un trío de jazz conoció a Harlene Rosen, una joven pianista. El interés de ambos fue más allá de las partituras y comenzaron una relación sentimental al ritmo de los tambores de Elliot Mills, el tercer miembro del grupo musical.
A pesar de la música y de su primera novia, el fracaso de Woody en la universidad acentuó los complejos e inseguridades del joven, que comenzó a visitar a un psicoanalista una vez por semana. Hablar con una persona totalmente desvinculada de su vida personal le proporcionó una visión objetiva de sí mismo y le ayudó a reafirmarse y darse cuenta de su talento. De las múltiples sesiones en el diván de su psicólogo surgieron un gran número de gags y situaciones cómicas que después fue insertando en sus guiones.
LA INDUSTRIA DE LA TELEVISIÓN
En 1955 la cadena de televisión NBC contrató a Woody y a cinco escritores más para realizar el guión de uno de sus programas de humor, The Colgate Comedy Hour. Woody se trasladó sin Harlene a Hollywood para integrarse en un equipo dirigido por Danny Simon, hermano del escritor y guionista Marvel Neil Simon. Bajo las órdenes del director creativo del programa Woody conoció diferentes técnicas para estructurar las comedias sin que los gags ensombrecieran la historia. La influencia del guionista fue tal que años más tarde Woody se refirió a él como su maestro: “Todo lo que sé sobre los guiones de comedia lo aprendí de Danny Simon”.
A pesar de lo mucho que aprendió en Los Ángeles, Woody era consciente de que la pequeña pantalla estaba llena de programas que renunciaban a la calidad para ganar audiencia. Hasta tal punto llegó su desengaño con la producción televisiva que se hacía en Hollywood que, años más tarde, en su película Annie Hall afirmó: “En Beverly Hills no tiran la basura: la convierten en televisión”.
EL HOTEL DE LA RISA
El 15 de marzo de 1956 Woody Allen se casó con Harlene Rosen en Hollywood, poco antes de regresar ambos a Nueva York. Mientras Harlene comenzaba a estudiar Filosofía en la universidad, Woody escribía comedias y monólogos humorísticos que vendía a cadenas de televisión a un precio de cien dólares por cada minuto de programación emitido. Tenía solo 22 años. Ese mismo verano recibió un importante encargo: escribir y dirigir comedias musicales para un complejo hotelero de Pennsylvania llamado The Tamiment (Playhouse Resort). Este lujoso hotel de verano, al que asistían importantes hombres de negocios, grandes abogados y jóvenes burgueses, era muy famoso entre la alta sociedad estadounidense por ofrecer cada noche a sus clientes una programación teatral innovadora y divertida. The Tamiment se convirtió en una inmensa cantera en la que los guionistas, compositores, coreógrafos y directores teatrales noveles que aspiraban a llegar a Broadway y Hollywood podían poner a prueba sus obras. La única condición que imponía el hotel era que cada noche el espectáculo debía ser diferente para que sus clientes no se aburrieran. Por las tablas de este hotel desfilaron artistas de la talla de Imogene Coca, Carol Burnett, Larry Kert, Danny Kaye, Barbara Cook o Dick Shawn.
Durante tres veranos Woody se codeó con las estrellas incipientes del teatro y la televisión estadounidenses al mismo tiempo que representaba sobre el escenario de aquel hotel de Pennsylvania un número indeterminado de musicales, comedias y sketchs, creados para ser exhibidos en una única función. De todas estas obras solo se conserva Opening Night.
Por aquel entonces Woody solo escribía y dirigía, pues su timidez le impedía subirse al escenario. Este sentimiento de pavor escénico ha estado a su lado a lo largo de toda su carrera y en más de una ocasión el autor ha afirmado: “El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro”.
A pesar de su miedo al escenario, la experiencia de The Tamiment supuso la graduación definitiva de Woody Allen antes de lanzarse al mundo del cine, pues no solo le permitió escribir guiones sino también dirigir a los actores que los interpretaban. Ahora que había comprobado cómo la gente reía con sus ocurrencias en directo, estaba preparado para llevar su diversión a la gran pantalla. Pero ese momento aún tardaría en aparecer.
GUIONISTA RECONOCIDO
Mientras llegaba su gran oportunidad en el cine, Woody siguió escribiendo para la televisión. Junto con Larry Gelbart creó varios guiones para The Chevy Show, un espacio de humor de la cadena NBC. El programa, protagonizado por el cómico Sid Caesar, permaneció en la parrilla televisiva durante diez años consecutivos. Durante todo ese tiempo Woody se sintió feliz haciendo reír desde la televisión y escudando su timidez tras el cristal de la pequeña pantalla. Por aquel entonces ganaba más de 1.700 dólares a la semana y era un profesional reconocido, cuyo trabajo se disputaban varias televisiones a través de sus dos mánagers, Charles H. Joffe y Jack Rollins, descubridores de cómicos como Billy Crystal y Harry Belafonte.
A pesar de que el éxito en televisión no le había cambiado, algo trastocó al guionista cuando asistió a una actuación del cómico Mort Sahl en un club nocturno. Sahl era un humorista innovador que se atrevía a subir a las tablas con ropa informal, sin el traje y la corbata que solían llevar los actores de monólogos. Este cómico de Los Ángeles utilizaba un humor inteligente, lleno de sarcasmos y juegos de palabras dirigidos a gente con cierto nivel cultural. Salía a escena con un periódico del día y lo comentaba sin necesidad de guiones. Su agilidad mental le permitía improvisar y encadenar un chiste tras otro mientras leía las noticias o interactuaba con el público. Se reía de situaciones cotidianas, ridiculizaba a los políticos y parodiaba el mundo de la empresa, los convencionalismos sociales y las tradiciones. Al verlo improvisar sobre el escenario Woody Allen comprendió que ese era el tipo de humor inteligente que él mismo quería hacer sobre un escenario.
EL CLUB DE LA COMEDIA
En 1960 Woody convenció a sus mánagers para que rechazaran sus contratos con las cadenas de televisión y le permitieran subirse al escenario a interpretar sus propias piezas. Su llegada a los escenarios coincidió con el fin de su matrimonio con Harlene Rosen, de la que se divorció en 1962. Su separación dio pie a uno de los comentarios más aplaudidos de sus monólogos: “Algunos matrimonios acaban bien, otros duran toda la vida”.
Los comienzos de Woody Allen como comediante en pequeños clubes fueron duros, pero pronto consiguió un éxito sin precedentes. En 1960, cuando se subió por primera vez a un escenario, cobró 75 dólares. En 1964 ya era un cómico solicitado a lo largo de todo Estados Unidos y llegaba a cobrar 5.000 dólares a la semana.
Ese mismo año, mientras hacía reír al público del Blue Angel, un conocido club nocturno neoyorquino, conoció al productor Charles K. Feldman, quien le propuso escribir el guión y protagonizar un pequeño papel en la película ¿Qué tal, Pussycat?, dirigida por Clive Donner y Richard Talmadge. La película fue todo un éxito de taquilla que inauguró la prolífica carrera cinematográfica de Woody Allen como guionista y actor.
Mientras hacía reír al público estadounidense cada noche, estrenó varias obras de teatro y, el 2 de febrero de 1964, contrajo matrimonio con la actriz Louise Lasser. En Broadway las entradas para sus obras se agotaban cada noche. Su comedia Don’t Drink the Water alcanzó las 598 representaciones, mientras que Play It Again, Sam se representó 453 veces. En esta última compartió escenario por primera vez con Diane Keaton.
Desde los años sesenta, el éxito de Woody Allen en Broadway fue una constante en su carrera que incluso le llevó a estrenar su única obra dramática, The Floating Light Bulb, en 1981. Su último guión puesto en escena sobre las tablas de Broadway fue la pieza Central Park West, que permaneció varios años en cartel. A pesar de su éxito en el teatro, el director comenzó a interesarse cada vez más por el cine.
TOMA EL DINERO Y CORRE
La primera película que dirigió Woody Allen fue What’s Up, Tiger Lily? (1966), una adaptación de una película japonesa de clase B para la que el cómico escribió nuevos diálogos. El resultado fue tan nefasto que el propio director renunció a parecer en los títulos de crédito. No fue hasta su segundo trabajo tras las cámaras, Toma el dinero y corre (1969), cuando empezó a despuntar su talento. El filme, en el que participaba Louise Lasser, es una sucesión de sketchs cómicos sobre un atraco que se basaba en las declaraciones de los testigos y del delincuente. El personaje interpretado por él mismo respondía a un antihéroe torpe, nervioso y neurótico que intentaba ocultar sus complejos al mismo tiempo que trataba de superar sus obsesiones.
Después de esta primera experiencia, su carrera como director se disparó y alcanzó un ritmo de producción muy intenso, en el que el autor llegó a combinar un título cinematográfico por año con su labor como guionista y actor de programas cómicos de la televisión estadounidense. En 1969 se divorció, aunque su esposa participó en su siguiente película, Bananas (1971), una sátira política en la que parodiaba célebres momentos del cine clásico como la escena de la escalera de El acorazado Potemkin (1925), de Sergei Eisenstein, o la de la maquinaria de Tiempos modernos (1936), de Charles Chaplin.
Más tarde, en 1972, sorprendió a la crítica con un sugerente título: Everything You Always Wanted to Know About Sex, But Were Afraid to Ask (Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo, pero temía peguntar). En ella parodiaba los tabúes y miedos sexuales de los estadounidenses mediante escenas en las que llegaba a aparecer disfrazado de espermatozoide. El estreno de este filme le hizo muy popular y dio pie a dos películas más en las que repitió su clásico personaje nervioso y obsesivo: El dormilón (1973) y La última noche de Boris Grushenko (1975). Después de estas comedias ligeras comenzó a interesarse por temas más profundos.
Todos estos filmes habían logrado recaudar en la taquilla el dinero suficiente para producir películas de mayor calidad, en las que se alejase de sus cómicos sueños de seductor. Así, su siguiente trabajo, Annie Hall (1977), supuso un punto de inflexión en su carrera. Esta crítica al esnobismo de los intelectuales neoyorquinos rodada en 1977 arrasó en la ceremonia de los Oscar al ganar cuatro estatuillas, entre ellas las tres más importantes: mejor película, mejor director y mejor guión. La actriz Diane Keaton, que por aquel entonces se había convertido en su musa y en su pareja sentimental, recibió el Oscar a la mejor actriz por su interpretación de una amante neurótica. La industria de Hollywood le abrió sus puertas, pero el director decidió cerrarlas de un portazo al negarse a asistir a la ceremonia de entrega de los premios, pues coincidía con la noche que tocaba con su orquesta en un pequeño pub, The Michael’s Club. Al día siguiente, cuando la prensa le preguntó por su ausencia, afirmó con su característico humor que se le había olvidado. Esta ironía firmó su divorcio definitivo con los grandes estudios de Hollywood.
RAPSODIA AZUL EN MANHATTAN
En 1978 rechazó las ofertas de las grandes productoras y decidió buscar por su cuenta la financiación necesaria para dirigir Interiores (1978). Esta película, en la que homenajea al director sueco Ingmar Bergman, obtuvo dos nominaciones a los Oscar. Al año siguiente el estreno de Manhattan (1979) le ratificó como uno de los directores estadounidenses con mayor personalidad. Esta comedia, filmada en blanco y negro, muestra Manhattan en todo su esplendor con largas tomas aéreas al ritmo de Rhapsody in Blue, la célebre pieza de jazz compuesta por George Gershwin. Considerada ya un clásico del cine, es todo un poema de amor a la ciudad de Nueva York, cuyas calles sirven de escenario para la historia de un escritor divorciado que sale con una quinceañera, pero comienza a enamorarse de la amante de su mejor amigo. Dirigida y protagonizada por el propio Woody Allen, contó con las interpretaciones de Diane Keaton, Meryl Streep, Mariel Hemingway y Michael Murphy. Esta película supuso además el fin de su relación de pareja con Diane Keaton, quien, como si fuera el argumento de una de las películas del director, le abandonó por el actor Warren Beatty. A pesar de la ruptura, Allen y Keaton mantuvieron su amistad durante años.
Después del éxito de Manhattan, Woody Allen dirigió una película autobiográfica, Recuerdos (1980), inspirada en el cine de Federico Fellini, y La comedia sexual de una noche de verano (1982), la primera película en la que apareció su nueva compañera sentimental, Mia Farrow.
MARIDOS Y MUJERES
La carrera de Woody Allen como director se consolidó en los años ochenta con películas como Zelig (1983), Broadway Danny Rose (1984), La rosa púrpura de El Cairo (1985), que obtuvo el Globo de oro al mejor guión, y, sobre todo, la aclamada Hannah y sus hermanas (1985), que logró tres premios Oscar de sus siete nominaciones. Esta película es una reflexión sobre el sentido de la vida, el sexo y las convicciones religiosas a través del punto de vista de tres hermanas que llevan vidas muy distintas. Corresponde a un período muy intenso en la vida de Woody Allen, debido a su relación sentimental con Mia Farrow, con la que adoptó a dos niños, Moses Amadeus y Dylan, y con la que tuvo un hijo, Satchel, en 1987. Los tres hijos de Woody Allen llevaron el apellido Farrow y compartieron sus juegos con los otros hijos adoptivos de la actriz.
Durante su relación con Mia Farrow, el director logró nuevos éxitos como Días de radio (1987), Septiembre (1987), Otra mujer (1988), Delitos y faltas (1989), Alice (1990), Sombras y niebla (1992) y Maridos y mujeres (1992), además de escribir guiones para televisión, cortometrajes y piezas teatrales para Broadway. Sus películas, ligadas a sus problemas en casa, se centraron en esta época en las peleas matrimoniales y en las relaciones amorosas turbulentas.
En 1992, el año del estreno de Maridos y mujeres, su separación de Mia Farrow provocó un gran escándalo al descubrirse que el director había tenido una relación sentimental con Soon-Yi Previn, hija adoptiva de Farrow, que contaba entonces con veinte años. A pesar del incidente, Farrow terminó sus proyectos con él.
Tras la ruptura definitiva de la pareja en 1994, la actriz le acusó de haber abusado de sus hijas, lo que desencadenó una serie de procesos judiciales que exculparon a Allen, pero dañaron mucho su imagen pública.
Mientras su vida personal era vapuleada por la prensa conservadora, Woody Allen siguió dirigiendo películas como Misterioso asesinato en Manhattan (1993), que recuperó a Diane Keaton como actriz principal; Balas sobre Broadway (1994), donde el actor John Cusack interpretó el papel pensado para el propio Allen; Poderosa Afrodita (1995), con la desconocida Mira Sorvino dando vida a una actriz porno; y Todos dicen I Love You (1996), una comedia musical con Julia Roberts. En 1997 el director volvió a sorprender a los medios al casarse con Soon-Yi, con la que adoptó dos niñas, Bechet Dumaine y Manzie Tio, que llevan el apellido Allen.
DECONSTRUYENDO A WOODY
En todos estos años Woody no dejó de escribir guiones para la televisión, así como obras de teatro y algún que otro libro. Tampoco abandonó su afición por tocar el clarinete en su banda de jazz de siempre ni su costumbre de jugar al tenis bajo el cielo contaminado de Nueva York.
El guión de Desmontando a Harry, película estrenada en 1997, le valió una nueva nominación al premio Oscar, lo que le convirtió en el guionista más nominado en la historia de la Academia de Cine de Hollywood. En 1998 prefirió quedarse detrás de las cámaras para dirigir Celebrity mientras delegaba el papel protagonista, inspirado en el propio Allen, en el actor Kenneth Branagh. En 1999 decidió plasmar una de sus grandes aficiones, el jazz, en Acordes y desacuerdos. La película, protagonizada por Sean Penn y Uma Thurman, era un homenaje a la música, mundo bien conocido por el director.
En 2000 estrenó Granujas de medio pelo y, un año después, La maldición del escorpión de jade. Después del atentado terrorista contra las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 el director se reconcilió con la industria cinematográfica estadounidense. Así, en 2002 acudió a la ceremonia de los Oscar para rendir homenaje a la ciudad y a las víctimas del atentado. A pesar de ser un acto emotivo, Woody Allen no perdió su sentido del humor: "Creí que me habían llamado para devolver los Oscar, pero ha sido para rendir un homenaje a mi ciudad", aseguró nada más subir al escenario. Después prosiguió: "Es mi primera ceremonia, porque no soy una persona a la que le gusten las competiciones artísticas. Pero esta era una oportunidad maravillosa de presentar mi ciudad como la siento”. Así dio pie a un documental que recogía los mejores planos de Nueva York en la historia del cine, entre los que se encontraban varias secuencias de sus películas. En sus declaraciones posteriores a la prensa aseguró que subió muy nervioso al escenario, pues “había pensado el discurso en la ducha y no sabía si estaría preparado para repetirlo sin agua caliente".
En 2002 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes y estrenó la película Un final made in Hollywood. Continuó su producción a un ritmo de una película por año: Todo lo demás (2003), Melinda y Melinda (2004), y tres filmes rodados en el Reino Unido, Match Point (2005), Scoop (2006) y El sueño de Cassandra (2007). Durante esos años recibió varios títulos honoríficos en festivales de cine como Venecia, San Sebastián, Las Vegas o Londres. En 2007 fue investido doctor honoris causa por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, donde anunció que rodaría en España su próximo filme. La película, Vicky Cristina Barcelona (2008), protagonizada por Scarlett Johansson, Rebecca Hall, Penélope Cruz y Javier Bardem, se convirtió en uno de los mayores éxitos de taquilla del director en Estados Unidos. Fue además galardonada con el Globo de oro a la mejor comedia y con el premio Oscar a la mejor actriz de reparto por la interpretación de Penélope Cruz.
En septiembre de 2008 Woody Allen sorprendió con una faceta profesional nueva al dirigir en la Ópera de Los Ángeles la pieza Gianni Schicchi, el tercer acto de Il Trittico del compositor Giacomo Puccini. El director situó la acción en un patio de vecinos italiano que recordaba a las películas realistas de Fellini. Allen, que no asistió al estreno, aseguró que se había esforzado mucho en el proyecto y que, con suerte, nadie resultaría herido. En 2009 regresó a Nueva York con la comedia Si la cosa funciona, protagonizada por el humorista Larry David como alter ego del director. En 2010 estrenó Conocerás al hombre de tus sueños, que le llevó a rodar de nuevo en Londres y cuyo reparto cuenta con actores de la talla de Antonio Banderas, Anthony Hopkins o Naomi Watts. El rodaje de sus dos siguientes filmes también tuvo lugar en Europa, en esta ocasión, en París y en Roma. Midnight in Paris (2011) fue un éxito de crítica y público: se convirtió en su película más taquillera en Estados Unidos y fue premiada con el Globo de oro al mejor guión y con el Oscar al mejor guión original. En A Roma con amor (2012), contó de nuevo con la actriz española Penélope Cruz.
A pesar de ser uno de los directores más prolíficos, Woody Allen piensa que no ha aportado gran cosa al cine. En el libro Conversaciones con Woody Allen, escrito por el periodista Eric Lax y publicado en 2008, asegura que solo se considera un humorista de Broadway que ha tenido suerte en la gran pantalla. Y es que este trabajador infatigable que nunca pierde el sentido del humor siempre tuvo claro que sus obras solo debían aspirar a divertir a su público: “No quiero alcanzar la inmortalidad mediante mi trabajo, sino simplemente no muriendo”.
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