Significado de Justicia (sustantivo)
- Una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece, teniendo por guía la verdad: siempre me ha conmovido su desinteresada búsqueda de justicia para los marginados.
- En teología: Atributo de Dios por el cual ordena todas las cosas en número, peso o medida, y que ordinariamente se entiende por la divina disposición con que castiga o premia, según merece cada uno: al final, a todos se nos aplica la misma ley y justicia divina.
- Lo que debe hacerse según derecho, razón o equidad: creo que darles una vivienda digna es cuestión de justicia.
- Poder para hacerlo y ejercicio del mismo: habrá que confiar en la justicia humana.
- Conjunto de todas las virtudes, por el que es bueno quien las tiene: este hombre es un santo y se alimenta de justicia.
- En derecho: Poder judicial: debemos distinguir la justicia del poder legislativo y ejecutivo. Véase Poder judicial.
- En derecho, uso anticuado: Tribunal o ministro que la ejerce: el nombramiento de Justicia correspondía al rey.
- En derecho: El ejercicio de la misma por los ministros y tribunales encargados de ello: los afectados por el aceite de colza pedían que se hiciera justicia a la entrada de los juzgados. Véase Poder judicial.
- En derecho: Pena o castigo público: cuando el pueblo se enteró de la matanza, clamó justicia.
- Uso familiar: Castigo de muerte: hubo dos justicias en un solo mes.
- Uso Anticuado: Alguacil, oficial inferior de justicia: el justicia compareció en casa del condenado para ejecutar el embargo.
- Justicia en botánica: Cierta especie de hierbas silvestres: después de dos años sin ir a la casa del pueblo, nos la hemos encontrado llena de justicias en todos los muros.
Clases de justicia
De acuerdo con las personas entre las cuales se establecen las relaciones de justicia, ésta puede ser:
a) Justicia conmutativa: abarca los derechos existentes entre persona y persona. Se establece en la línea de los contratos privados, buscando la igualdad entre lo que se da y lo que se recibe. Esta forma es la que con mayor exactitud muestra el concepto de justicia. El hombre tiene capacidad y derecho de poseer y servirse de las cosas para su utilidad, pero, dice Santo Tomás, el hombre no debe poseer los bienes exteriores como propios, sino que debe ponerlos al servicio común.
b) Justicia legal: se ocupa de lo que cada individuo debe a la sociedad para el bien común. La sociedad es un cuerpo vivo superior a sus partes, por lo que el bien de éstas tiene que estar subordinado al de aquélla. Según la doctrina de los Papas, los bienes que hay que alcanzar mediante la justicia legal son la prosperidad de la comunidad y de las personas privadas, el progreso de las costumbres y de la paz, proteger las instituciones familiares, la proporción de los salarios y la justa distribución de los impuestos, el incremento de las artes, de la industria y el comercio (Pío XI, Quadragessimo anno). Teóricamente, la Iglesia propone -para la recta organización de la sociedad- una vía intermedia entre el capitalismo y el comunismo: la verdadera justicia se alcanza armonizando, con determinados criterios, tanto la libre iniciativa (capitalismo) como la intervención del Estado (socialismo).
c) Justicia distributiva: regula los deberes de la sociedad para con el individuo en cuanto miembro de ella. Supone unos deberes por parte de quien dirige la comunidad y unos derechos por parte de los ciudadanos. El objetivo de la justicia distributiva es tutelar los derechos de los miembros de la sociedad, ayudar a los que más aptitudes tienen para el desarrollo de la ciencia y de las artes, distribuir según los méritos, los cargos y los honores sin discriminación ni parcialidad.
d) Justicia social: tiene como objeto primario promover el bien común de la sociedad, incluyendo indirectamente el bien de los individuos, de la familia y de los grupos intermedios. Viene a ser el resultado de la armonización de las tres anteriores.
Hoy el tema de la justicia abarca también las relaciones internacionales. Nunca los cristianos habían reflexionado tanto sobre la justicia, porque nunca habían sido tan numerosas las causas de la injusticia. Es, en efecto, una injusticia que clama al cielo ver cómo los pueblos más desarrollados se hacen cada vez más ricos, ampliando las distancias y las diferencias con los pueblos más pobres. Algunos sectores de la Iglesia, a través del magisterio de los Papas -así como a través de su acción pastoral abiertamente comprometida en muchas partes del mundo contra la injusticia institucionalizada-, se vienen ocupando a fondo en la lucha por la promoción de la justicia entendida en estos términos. Los remedios propuestos para esta situación son los tendentes a promover el desarrollo -nuevo nombre de la paz, según Pablo VI-, colectivo y personal, y a instaurar y respetar las leyes que protejan a los pobres. La acción de la Iglesia tiende en este momento a promover la concertación y la ayuda internacional. Esta ayuda, que exige el aporte de fondos para el desarrollo, debe fundamentarse en el reconocimiento de los derechos del hombre, así como en el respeto y la voluntad de acoger todas las culturas de la humanidad.
Justicia en Religión y Teología
Virtud social, inherente a la voluntad, que tiende a establecer en las relaciones humanas rectitud y equidad. Junto con la prudencia, fortaleza y templanza, forma el grupo de las cuatro virtudes cardinales, así llamadas porque son los ejes alrededor de los cuales gira toda nuestra vida moral.
La justicia en el mundo grecorromano
Etimológicamente, el término proviene del latín ius ("Derecho") y significa "lo que se debe a otro". Algunos relacionan la palabra ius con términos de origen religioso, como Iovis o Iupiter, Iurare o Iuramentum, razón por la cual para los antiguos la justicia y el derecho eran un regalo de los dioses. Para los pitagóricos, la justicia es el resultado de la armonía de los opuestos, la equivalencia entre acción y reacción. Los estoicos la consideran la virtud por excelencia, porque ordena al hombre en relación con los demás. Aristóteles considera la justicia bajo dos aspectos: en sentido general de virtud, viene a ser la recta ordenación de las facultades del alma y un vivir según la naturaleza; en ese sentido incluye todas las virtudes. En cuanto virtud particular, la entiende como el justo medio, en proporcionalidad aritmética. Finalmente, Ulpiano, siguiendo el concepto de Cicerón, definió la justicia como "firme y constante voluntad de dar a cada uno lo suyo".
La justicia en la Sagrada Escritura
La justicia tiene en la Biblia una gama de matices mucho más amplia que la que tiene en nuestros idiomas modernos. Allí sobrepasa los límites de la moral y del derecho para adentrarse en el campo religioso. En el Antiguo Testamento, la justicia emerge de aquella actitud mutua entre Dios y el pueblo escogido derivada de la Alianza del Sinaí (Ex 24,3-8). De ahí que el primer valor de justicia se mueva en el campo de la fidelidad, conformidad, sinceridad y cumplimento de las exigencias de la misma. En Dios, la justicia es benevolencia y salvación, mientras que en el hombre es relación con Dios y con los demás en fidelidad personal y comunitaria al cumplimiento de las estipulaciones de la Alianza, o sea, de los mandamientos. La Alianza tiene su expresión a través del culto, pero éste puede ser meramente externo, ritualista y mentiroso; en ese caso los profetas se alzarán contra él. Y es que la justicia que brota de la Alianza no es una mera norma legal, jurídica o cultural, sino la relación que se establece entre Dios y el hombre, ante el don gratuito de la salvación ofrecido por el Señor. Pero también se da el sentido ético y jurídico, aunque es prácticamente imposible separarlo de la esfera religiosa. "Así dice Yahvé: Velad por la equidad y practicad la justicia, que mi salvación está para llegar y mi justicia para manifestarse" (Is 56,1). Dios exige la justicia especialmente hacia los pobres y desvalidos: "Practicad el derecho y la justicia, liberad al oprimido de manos del opresor y no atropelléis al forastero, al huérfano y a la viuda; no hagáis violencia ni derraméis sangre inocente en este lugar" (Jer 22,3).
La justicia es entendida como atributo de Dios: Él, fiel a la Alianza, justo juez que ha dado la ley del Sinaí, protege tanto a su pueblo como al individuo contra las injusticias de los hombres. La justicia del hombre es entendida como una participación de la justicia de Dios. Él creó al hombre en un estado de justicia original (Gn 1-3), y Dios es quien concede a los hombres la justicia para el buen gobierno (Sal 72,1). En resumen: ser justo equivale a ser perfecto, a "caminar con Dios" (Gen 6,9; 7,1).
Entre los evangelistas, Mateo es el que más veces menciona la justicia. La considera como una cualidad del Reino que predica Jesús e inseparable del mismo. "Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os darán por añadidura" (Mt 33). Es una justicia que no se funda en expresiones externas y ritualistas como la de los fariseos, sino que es interior, hecha de fidelidad a Dios, de gracia, de santidad; por eso de José dirá que es un hombre "justo", es decir, santo (Mt 1,19). Para San Pablo la justicia humana es una participación de la justicia de Dios mediante Jesucristo: Dios es "justo y justificador del que cree en Jesús" (Rm 3,26). Por eso la justicia del hombre no viene de las obras ni de la ley, sino de la fe en Jesucristo y de su gracia.
La justicia en la Teología Moral
La justicia es uno de los pilares fundamentales de la moral cristiana. Se le dan tres acepciones: la primera se refiere a la actitud religiosa y moral del hombre de cara al Creador; en este sentido viene a coincidir con la virtud de la religión. El segundo significado identifica la justicia con la santidad, con el estado de gracia santificante o estado del justificado. En la tercera acepción, que es la más habitual, la justicia tiene como finalidad dar a cada uno lo que le es debido.
En la justicia se han de dar tres propiedades: primera, la alteridad, pues la justicia supone siempre una relación bilateral entre dos sujetos; segunda, el débito, dado que la justicia obliga a dar al otro lo que se le debe, lo que es suyo; y tercera, la igualdad estricta, es decir el débito tiene límites precisos, especialmente en lo referente a la justicia conmutativa. Estas propiedades diferencian a la justicia de las demás virtudes: mientras éstas perfeccionan y ordenan al hombre en sí mismo, la justicia lo hace en relación con los demás. La excelencia de la justicia radica, pues, en cuanto persigue el bien común, por lo cual se ha dicho de ella que "es la más hermosa de las virtudes" (S.T. II-II, 58,12). Desde el punto de vista ético-religioso, el fundamento último de la justicia es Dios, mientras que el próximo es la inviolabilidad de la persona humana.
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